150 años de buenas historias.
Yo lo siento por el del tololoche.
Cuenta la tradición oral de Agua Gorda que en los tiempos de la polka y los troqueros, se juntaban los que le hacían a la tocada para festejar desde un cumpleaños, hasta una cosecha moderadamente buena.
Venían cuatro de a pie desde Saldaña de una fiesta, había llovido recién y los trastos del acordeón resonaban frescos por el camino al compás del gorgoreo de las ranas.
Las coplas sonaban en la distancia, un poco disparejas pues el colonche había hecho ese efecto que todos esperan de él.
-Nomás me dejas
-la cosecha levantar
-dime morena
-si sientes lo que yo siento.
Al llegar al desnivel que lleva a la presa se dan cuenta que va a ser un poco complicado cruzarlo, en especial para el de el tololoche.
-Yo lo siento por el del tololoche-, decía el de la guitarra mientras se aflojaba las botas y se arremangaba los pantalones.
-Sí, yo lo siento por el del tololoche-, replicaban los otros en tono burlón.
Las burlas habían conseguido enfadar seriamente a nuestro amigo del tololoche, al punto que arrojó el tololoche al agua.
Fue entonces que nuestro amigo descubrió las asombrosas propiedades físicas del tololoche, ya que enseguida se dio cuenta que flotaba.
Y sin perder tiempo se trepó encima y comenzó a remar con las manos. Mientras los otros le veían desde la orilla, nuestro amigo tarareaba en la distancia.
-dímelo pronto, si conmigo eres feliz.
Al mal tiempo buena cara, y ante la adversidad el ingenio.
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